Sergio Oliveira
Muchos de los pacientes que fueron infectados por el COVID 19, viven un fenómeno llamado “Covid prolongado”. Son síntomas que no parecen estar relacionados con la enfermedad, pero sí están. Pueden ser fatiga, dolores musculares o problemas respiratorios. Algunos científicos creen que se debe a daños producidos por el virus a uno o más órganos del cuerpo, que pueden durar semanas o meses, sin previsión. La industria automotriz fue de las primeras a infectarse con el COVID y lo sufrió mucho, contagiando a muchos, principalmente a clientes y proveedores, pero generando ganancias espectaculares a otros, como los distribuidores, quienes estaban haciendo más negocio que fabricantes de cubrebocas o dueños de laboratorios. Hoy, cuatro años después, vemos que los efectos finalmente están desapareciendo, pero habrá secuelas que deben quedar para siempre.
Los primeros “órganos” que le fallaron a la industria automotriz en 2020, cuando la pandemia pasó a ser un problema realmente global, aparentemente fueron el cerebro y el corazón. Sus líderes pensaron que, con la economía cerrada, nadie compraría autos y su reacción de pánico fue cancelar pedidos a sus proveedores. No fueron capaces de predecir que la industria electrónica, con la gente trabajando desde sus casas, tendría un crecimiento tan fuerte y tan rápido, que sus proveedores de microchips se dedicaron a producir para esa industria, no para los autos. Tampoco vieron venir que, una vez que la gente volvió a trabajar en sus oficinas, muchos que antes no querían un auto, pasaron a quererlos por miedo a contagiarse en el transporte público. Cuando se dieron cuenta de eso, ya no tenían tantos microchips como necesitaban. La escasez de autos mandó los precios a las nubes. En Estados Unidos, solo entre 2020 y 2021, esos precios subieron 17% en promedio. En los cuatro años recientes ese aumento fue de cerca de 25%. En México, según el INEGI, los precios subieron 31%.
Las agencias, de entrada, al no tener ni necesitar inventario, quitaron el costo del llamado “plan piso”, un crédito que les ayuda a mantener autos en sus salas de exhibición, esperando clientes.
La hora del consumidor está regresando
Los abusos no se hicieron esperar. Para comprar un auto nuevo, exigían crédito, accesorios no requeridos, esperar mucho y, casi siempre, olvidarse de elegir colores o versiones. Se compraba lo que había. 2022 fue el año más grave en ese sentido. En el último mes de ese año fue cuando los precios estuvieron más altos. El precio promedio de ventas de autos en EUA fue de 49,914 dólares, de acuerdo con CNBC. Ante la falta de autos nuevos, los usados también ganaron fuerza y el precio promedio subió de 19 mil dólares a 28 mil billetes verdes, según el sitio Edmunds.
En 2023, muchos precios siguieron al alza en México, pero subieron menos que antes, de un promedio de 7% anual a 4%, siempre según el INEGI. Para este 2024 muchas marcas y modelos deben mantener o bajar sus precios, como ya hicieron marcas como Suzuki, Mazda, BYD, SEV y Jac, en algunos de sus autos. Esto se debe en parte a que materias primas básicas como el acero y el aluminio ya bajaron 30% y 18%, respectivamente, desde 2022. La entrada masiva de vehículos chinos también empujó los precios a la baja.
La pandemia no solo afectó la producción y alteró el costo de la materia prima, también hizo lo mismo con la logística. Barcos, trenes y camiones se volvieron más escasos y consecuentemente, más caros.
Hoy, todo se empieza a normalizar y por esto los precios van a la baja. En febrero de este año, el precio promedio de los autos nuevos vendidos en Estados Unidos fue de 47,200 dólares. Esta tendencia debe mantenerse por un rato y se refleja incluso donde los fabricantes de los tres modelos más vendidos en ese país: las pickups Ford F-150, la Chevrolet Silverado y la Ram 1500, bajaron cerca de 10% sus ventas, con los clientes buscando vehículos más baratos, algo que esas marcas, en especial Ford y Ram, ya no ofrecen.
No todo son flores. Los expertos no creen que los precios vuelvan a los niveles anteriores a la pandemia y la fragilidad de la industria se mantiene, tanto que, cuando del reciente terremoto en Taiwan, fabricante de 90% de los microprocesadores de alto nivel, quien más se puso a temblar, fueron los directivos de la industria automotriz. Afortunadamente, la isla estaba preparada y no pasó a mayores.
Comentario
Muy buena columna, saludos Sergio