Sergio Oliveira
En los años 80, Brasil era un país dividido. No políticamente, como ahora, pero sí con relación a la Fórmula 1. El amor por ese deporte comenzó en los años 70, con Emerson Fittipaldi, que fue campeón mundial en 1972 y 1974. Fittipaldi se volvió unanimidad nacional, algo que nunca tuvo Nelson Piquet, que conquistó un título más que él. Y al contrario de lo que pudieran pensar muchos, tampoco lo tuvo Ayrton Senna, al menos no en vida. Después de su muerte, el 1 de mayo de 1994, incluso los que no éramos precisamente sus fanáticos, lloramos no solo la partida de uno de los mayores pilotos de la historia, también vimos morir una era en la que no sabías quién iba a ganar la carrera antes de que empezara, como se volvió costumbre en estas tres décadas sin él.
Para muchos de los brasileños, Piquet era el piloto políticamente incorrecto cuando esto era algo que se aplaudía. A él no le importaba su imagen, lo que quería era ganar carreras, preparar bien su auto, pasarla bien, ser campeón. Comenzó ayudando a los equipos de la máxima categoría en el circuito de Interlagos, siendo el “mira, ve y dile”, limpiando herramientas y ayudando con la traducción del inglés al portugués. Nunca tuvo miedo de ensuciar las manos. Menos tuvo miedo en las pistas y para muchos fue el responsable del más espectacular rebase en la historia de la F1, justamente sobre Senna, cuando lo hizo por fuera de la curva, en un auto con caja manual, tracción trasera y 1200 HP.
Pero aún los fanáticos de Piquet, sin jamás reconocerlo públicamente y menos ante un fanático de Senna, admirábamos a Ayrton desde aquella célebre carrera en Mónaco, bajo intensa lluvia cuando, manejando un modesto Toleman, llegó segundo lugar detrás de Alan Prost, quien conducía un McLaren. A nadie le quedó duda de que, de no haber sido suspendida la carrera, Senna hubiera rebasado al francés y conquistado su primera victoria en la categoría, que vendría después, también bajo lluvia, en Estoril, Portugal, al mando del que muchos consideramos el F1 más bonito, el Lotus John Player Special.
Del equilibrio al aburrimiento
1994 no empezó bien para Senna. Él había luchado mucho para llegar al mejor equipo, que en 93 había sido Williams, pero en 94 no conseguían acertar el auto y las primeras carreras fueron frustrantes para él y sus fanáticos. Llegando a San Marino, las cosas no parecían bien. El viernes, el brasileño Rubens Barrichello tuvo un fuerte accidente en el que su auto voló en la pista, pero no tuvo consecuencias físicas para el piloto. El sábado el austriaco Roland Ratzenberger murió en un choque. Nadie, sin embargo, imaginaría que habría otra víctima el domingo y menos que sería Ayrton Senna. Con él, se murió una era en la Fórmula 1.
Si fue o no el mejor piloto de la categoría en la historia, es discutible. Yo, particularmente, pienso que ese lugar pertenece al argentino Juan Manuel Fangio. Pero la partida de Senna representó la última de las etapas realmente competitivas de la F1. En los años 70, 80 y principios de los 90, nadie sabía quién iba a ganar una carrera antes de que empezara. Después de Senna, empezó una serie de campeonatos repetidos por un piloto y un equipo dominantes: Schumacher, Vettel, Hamilton y ahora Max Verstappen. Sí, hubo algunas excepciones en estos 30 años después de la muerte de Senna, con victorias como las de Alonso, Rosberg, Damon Hill y Raikkonen. Pero el nivel de competitividad parece ser otro. En los campeonatos de Piquet, Prost, Senna, Mansell, Lauda, Jackie Stewart y Fittipaldi, nadie sabía, como ahora, quien ganaría la carrera del día con seguridad y amplio margen, a menos que algo raro pasara. No es solo el dominio de estos pilotos que hemos visto desde entonces, lo que hace predecible y aburrida – al menos para mí- la Fórmula 1. Es la inmensa diferencia entre equipos, llámese Ferrari, Renault, Mercedes o Red Bull.
Por hábito, seguí despertando temprano para ver las carreras los domingos durante algunos años luego de que Senna nos dejó, pero cuando en 10 años un mismo piloto gana siete campeonatos, esto ya no me parece interesante.
Por eso creo que la muerte de Senna cambió la F1. No necesariamente por su ausencia, sino por haber marcado el final de la más era equilibrada de la F1.
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