Playa, calor, rectas interminables y un gran vehículo protagonizaron esta aventura
Siempre tuvimos curiosidad sobre la frontera entre México y Estados Unidos, una franja atípica en la que ambos países se separan por bardas, montañas y un río cuyo nombre describe al que históricamente lo ha cruzado para buscar una mejor vida: bravo. Es también el lugar donde un nuevo idioma está surgiendo: el spanglish, uno en el cual el bilingüe inglés/español puede entender la mayoría, pero no podrá hablarlo sin conocerlo. Este viaje en principio pensaba hacerse bordeando toda la frontera, pero a falta de una carretera que realmente sea cercana a ésta, empezó entre Tamaulipas y Texas, en la playa llamada Boca Chica, para ir del Golfo de México hacia el océano Pacífico, más precisamente en San Diego.
Para hacer esta jornada, pensamos en un vehículo cómodo, seguro, fiable y, de preferencia, económico. No tenía sentido un Gran Turismo -que hubiera sido genial en Europa- para andar a menos de 130 km/h. Así que la Honda CR-V fue la que mejor encajó en esa necesidad y más aún, la híbrida.
En Boca Chica Beach se encuentra la base lanzamiento de los cohetes de Space X, una de las empresas de Elon Musk. Ver a los cohetes que han ido y regresado intactos al espacio realiza uno de nuestros sueños de niño que, bueno, era visitar a Cabo Canaveral, en Florida, donde la NASA hace sus lanzamientos, pero Boca Chica resulta suficiente y fue impresionante ver a esos monstruos capaces de despegar del planeta para dejar los satélites de Starlink en órbita.
Naves. Conocidas y desconocidas
Sin embargo, el tema espacial nos ha llevado a trazar esta ruta un poco más hacia el norte y disfrutar del confort de la CR-V por unos cuentos kilómetros más.
De Boca chica fuimos a Harlingen, donde dormimos la primera noche. El calor que se siente en la Perla Tapatía en estos primeros días de junio, es similar al de ahí. Caminar solo es recomendable después de las 7:30 PM pero, ya sabemos que la mayoría de las ciudades estadounidenses no están diseñadas para esto.
El segundo día recorrimos más de 600 kilómetros con la CR-V, en un clima de mucho calor y cuya humedad se fue desvaneciendo en la medida en que nos alejábamos de la costa. En San Ángelo, cerca de dos horas después de la mayor y más conocida San Antonio, dormimos la segunda noche. La CR-V se mostró como la esperábamos: cómoda, con un buen sistema de sonido, un cargador inalámbrico y dos puertos USB (A y C) en la consola central. El aire acondicionado, afortunadamente, funcionó de maravilla. El consumo, con gasolina de 87 octanos AKI, fue de 14.9 kilómetros por litro, normal entendiendo su peso, aerodinámica y al hecho de que, al diferencia de cuando está en la ciudad, su motor de gasolina es mucho más exigido, haciendo que, al contrario de los autos que usan solo un motor de combustión interna, gaste más combustible en carretera que en ambientes urbanos.
El tercer día aún necesitamos dos horas más de rectas interminables para cruzar el inmenso estado de Texas y, una vez en Nuevo México, dos horas y media más para alcanzar Roswell, la mitad del camino y el segundo de los puntos principales del viaje. La siguiente semana, platicaremos más sobre esta aventura y el consumo con gasolina de 91 octanos.
Sergio Oliveira/Boca Chica beach, Texas
Dejar una respuesta