Sergio Oliveira
El presidente de Estados Unidos dice que “arancel” es la palabra más bonita del diccionario. Puede ser para él, pero para otros la expresión más hermosa es “yo prometo”. Prometer abre muchas puertas, compra buena voluntad, se aprovecha de la ingenuidad ajena para conseguir lo que se quiere. Y prometer, todo mexicano lo sabe, no empobrece. Los políticos también, claro, ya que son los mayores especialistas en este arte. En la industria automotriz, quien está prometiendo desde hace buen rato son los chinos. Y entre sus mayores promesas está construir fábricas en México para producir automóviles. Ya lo prometió BYD. También dijeron que lo quieren hacer Great Wall, Chirey, Foton y MG. La única que dijo donde fue Foton: Jalisco. Ninguna, sin embargo, dijo cuándo y francamente, no creo que lo hagan.
El crecimiento de China comenzó en los años 70 y su estrategia fue contener el aumento rápido de la población y urbanizar a su país. La urbanización los ayudaría a concentrar en un solo lugar la mayor cantidad posible de personas, permitiendo así que fue más fácil ofrecer los servicios de educación, salud, seguridad, transporte, etcétera. También hacía necesario tener fábricas de todo: concreto, cristales, hules, trabajos de madera, aluminio, hierro, acero y todo lo demás para construir y construir, viviendas, servicios e infraestructura.
En la industria automotriz el crecimiento comenzó con la apertura de su mercado a las marcas extranjeras y todas aceleraron rápidamente hacia China, con la sonrisa inmensa de estar entrando al mayor mercado del mundo en potencia, aunque eso representara ser socios minoritarios de una empresa china y compartir su tecnología. Vaya que fueron felices allá. Ganaron mucho dinero. Tanto, que no importaba si en su casa lo perdían, porque China pagaba las cuentas. Volkswagen es uno de los más recientes ejemplos de ello.
En 2009, es decir, tan solo 15 años después de abrir sus puertas, China ya era el mayor mercado del mundo, rebasando a Estados Unidos. En 2024, 30 años más tarde, ya era el mayor exportador, dejando atrás a Japón y Alemania.
¿Quién necesita a quién?
El objetivo de la urbanización cayó en 2022, cuando China percibió que enfrentaba otros problemas y necesitaba planear para esos nuevos retos. En el momento su desafío es generar empleos para sus ciudadanos y estos vienen de mantener la industrialización que han construido, la anterior, de acero, cristal, concreto, etcétera, ahora también en la automotriz y tecnológica, entre otras. Su población ya no crece. De hecho, el año pasado disminuyó en 1.4 millones de personas. Lo que buscan ahora es exportar, mandar su producción excedente a donde logren hacerlo y hoy, los dos países que más importan autos de China son Rusia y México. Brasil es el próximo blanco del gigante oriental.
El detalle es que no hay cómo competir contra un país que no busca ganar dinero con lo que produce, solo generar empleo para su gente. Y México, al igual que China, es un país manufacturero, claro, con mucha diferencia de volumen, pero ambos países hacen lo mismo: producir para exportar, principalmente autos. Los vehículos hechos en México se van a Estados Unidos. 80% de lo producido va hacia el norte. China casi no puede exportar autos a EUA, por aranceles y a partir de 2027, por seguridad nacional, que no permitirá que vehículos conectados de ese país circulen libremente en EUA, ya que serían algo así como espías electrónicos. Pese a los aranceles, México sí puede seguir exportando a EUA, pero los autos populares, que serán los que más sufrirán con el aumento de precios en el vecino del norte, necesitan buscar mercado en México y en América Latina y mientras China siga con la puerta abierta, es decir, con aranceles tan bajos que no impidan la entrada de autos populares chinos, la industria mexicana tiene mucho que perder y nada que ganar.
Sería diferente si China produjera aquí. Una producción de verdad, no como la de JAC, que solo arma los autos con partes importadas. Necesitamos que proveedores mexicanos produzcan las partes de los autos que se hacen aquí y los chinos, que hoy tienen una capacidad ociosa de producción de autos superior a 4 millones de unidades, no tiene ni la necesidad ni la intención de hacerlo. Por esto, las promesas de planta no deben pasar de ahí. Cabe a la autoridad mexicana poner el pie en el freno, antes de quedarse sin la industria más importante de este país.
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