Sergio Oliveira
Cuando una marca como Bugatti muestra un auto como el Tourbillon, el mundo pone atención. ¿Cómo no lo haría? El futuro auto de la marca francesa es totalmente disruptivo y lo es por los motivos correctos. Primero por usar un motor de gasolina, de aspiración natural, 16 cilindros y 8.3 litros, que recibe la ayuda de motores eléctricos no para ser falsamente ecológico o políticamente correcto, sino para llegar a 1,800 HP. Pero también lo es, principalmente, por entender y poner en práctica algo que las marcas premium debieron haberse dado cuenta desde hace mucho tiempo: las pantallas no representan lujo, simplemente porque lo barato -con raras excepciones- no es lujoso y las pantallas son eso, una solución barata a los mucho más prácticos, seguros y simples botones.
El Tourbillon, por supuesto, es rápido como debe de ser un híper auto. Sus números nos ponen a los amantes de los coches a soñar: cero a 100 km/h en dos segundos. Cero a 200 en menos de cinco segundos y de cero a 400 km/h en 25 segundos. Su diseño es evolutivo no revolucionario – comparado a sus antecesores – pero es excelso y único, como debe de ser algo que cuesta 3.8 millones de euros, es decir, unos 74 millones de pesos. Lo miramos de lado y parece que la primera mitad del coche está siendo engullida por la trasera, dando una sensación inquietante de que esa trasera quiere rebasar a la delantera. Si un auto transmite dinamismo aunque esté parado, es éste.
El Tourbillon es, en mi opinión, la esperanza del regreso del buen gusto a los autos, hablando de su interior. Su cuadro principal de instrumentos no solo es totalmente analógico, está basado en la alta relojería, de ahí que use el nombre “tourbillon”, que significa torbellino en español, ese mecanismo patentado por abraham Luis Breguet en 1801. Los relojes mecánicos, especialmente los “tourbillon”, son muy apreciados y costosos, símbolos de estatus y sofisticación. Un Breguet con ese mecanismo puede costar 180 mil dólares, lo que es barato si lo comparamos con un Richard Mille RM47, cuyo precio está en alrededor de un millón, de la misma moneda.
La verdadera evolución es el regreso
Otro detalle importante delante de los ojos del que tenga la fortuna de al menos sentarse en el asiento del piloto de un Tourbillon, es que el volante gira mientras el centro es fijo. Y es así porque, como en los relojes en los que se observa el mecanismo, no es tan fácil ver las manecillas y menos si se mueven. Cabe recordar que Bugatti no está inventando esto, que ya se usó, por ejemplo, en el Citroën C4 Pallas, pero está mostrando el regreso del buen gusto y equilibrio.
El primer auto en tener una pantalla digital fue el Aston Martin Lagonda, de 1976. Eran 3 pantallas, monocromáticas, que substituían al tacómetro, velocímetro, además de marcadores de combustible y temperatura. El que por primera vez tuvo una pantalla táctil fue el Buick Riviera 1986. Si entonces esto representaba un avance tecnológico al cual, claro, las marcas querían estar asociadas a él, hoy el exceso ha transformado esa tecnología en algo simplemente vulgar, cuyo ejemplo máximo lo vemos en las dos mayores marcas de autos eléctricos en el mundo: BYD y Tesla, siendo ésta última la que lanzó la moda y hasta hoy exagera las funciones comandadas digitalmente. Y sí, el Tourbillon también tiene una pequeña pantalla, plegable, para funciones útiles.
Por supuesto que las pantallas tienen una función y muy importante, como los sistemas de navegación, por ejemplo, aunque estos podrían ser substituidos por una proyección en el parabrisas. Pero la más importante de todas es la conexión con los teléfonos inteligentes, que permiten que los usuarios no tengan que aprender a usar la tecnología desarrollada por la marca de su nuevo auto. Las cámaras para maniobras también son importantes. El detalle es que hay cosas que no deberían ser controladas por la pantalla como los espejos o los limpiadores de parabrisas. Además, estéticamente, todos los interiores terminan pareciéndose o, pecado para algunos, un coche chino de precio contenido puede tener pantallas con más funciones y mejor resolución que un Rolls Royce.
Por todo esto me parece esperanzador lo que hace Bugatti con el Tourbillon, que hubiera sido el auto que muchos colgaríamos su foto en la pared, pero hoy, irónicamente, será fondo de pantalla. Esperemos que cree la tendencia de evitar el exceso de éstas.
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