Sergio Oliveira
A lo largo de los más de 130 años de historia del automóvil, muchas marcas han hecho o intentado hacer coches para las masas. Así fue con el Modelo T, de Ford, el Fiat 500, el MINI Cooper, el Renault 4 y el más conocido; el venerable Vocho. En años más recientes los intentos fueron del Grupo Renault, con el Dacia Sandero y el Tata Nano. Hoy, basta observar en los países en desarrollo, para ver que probablemente el vehículo más común, que se volvió parte del paisaje, tiene casi 20 años de uso y jamás fue pensado para ser popular, pero lo es, por su espacio, manejo y, por arriba de todo lo demás, su fiabilidad: la Honda CR-V de segunda generación, que fue la primera que llegó a México.
Aún me recuerdo como si hubiera sido ayer, cuando Honda de México me invitó al arribo del primer barco que trajo esa CR-V al país. Fui con un par de directivos de la marca, hoy buenos amigos, a Manzanillo, donde un inmenso barco de la naviera K-Line, japonesa pero con bandera panameña, traía 500 de esas SUV. Era solo el 10% de la capacidad de carga del barco que hacía su viaje inaugural y debido a eso, el comandante nos invitó a comer a su camerino. Fue la primera vez que degusté la magnífica carne de Kobe.
El éxito de la CR-V no fue repentino. El mexicano no se enamoró de ella a primera vista, hasta porque, estéticamente, era todo menos la más guapa. El tiempo fue el encargado de hacer que donde no hubo pasión hubiera amor. Porque vaya que es agradable, incluso hoy, manejar una de ellas.
Su receta era simple: buen espacio, sencillez y robustez. El equipo no era abundante, muy al estilo de Honda en esos años. Pero había soluciones de diseño inteligentes y construidas para durar. La CR-V desconocía la obsolescencia programada. En lugar de la consola central enorme, con un espacio para guardar objetos, hay una pequeña mesita plegable, con dos portavasos. Plegada, dejaba aún más sensación de amplitud en la parte delantera.
Omnipresente
Había radio FM, reproductor sencillo de discos compactos, frenos ABS, dos bolsas de aire frontales y la base de la cajuela podría sacarse para transformarse en una práctica mesa multifuncional.
Usaba la llamada Plataforma Compacta Global de Honda, compartida con el Civic. Pero su motor era la planta de poder básica del Accord: 4 cilindros, 2.4 litros, con 160 HP y 162 libras-pie de torque. La caja era automática de cuatro velocidades, pasando a ser de cinco en 2005. Esa generación llegó a México en 2002, pero fue la siguiente la que comenzó a ser fabricada aquí, más precisamente en El Salto, Jalisco. En México se vendieron más de 48 mil unidades de esa generación y globalmente, 1.4 millones.
En un viaje reciente por Baja California, vimos tantas en la calle que al llegar a La Paz decidimos contarlas: fueron 15, en menos de una hora, de la entrada de la ciudad hacia nuestro hotel en el centro. Y solo estoy hablando de esa segunda generación, no de todas las CR-V. No conté, pero tuve la sensación de la omnipresencia de esa camioneta también en Guatemala, Panamá y Ecuador, los más tres recientes países que he visitado en América Latina.
La CR-V fue lanzada en 1995. Desde entonces ya ha vendido más de 10 millones de unidades en todo el mundo, siendo alrededor de seis millones solo en Estados Unidos, país al que llegó dos años más tarde.
Pensando hoy en cuál sería el verdadero auto del pueblo, recuerdo el Nano que terminó fracasando precisamente porque se etiquetó como auto de bajo costo. Y muy pocos se sintieron cómodos con la etiqueta de “pobre” que implicaba manejar uno. La gente prefiere comprar un coche usado de una categoría superior, que uno declaradamente hecho para los de bajos recursos. Es una cuestión de orgullo, ya que cuando vemos a alguien manejando un usado, no podemos saber si lo compró desde nuevo, mientras que uno nuevo de precio tan bajo como los 3,400 dólares que costaba el Tata Nano (Ratan Tata no logró venderlo por 2,500, como lo había pensado), inmediatamente les ponía la indeseada etiqueta. Así que, el verdadero “auto del pueblo” es el usado. Y a juzgar por la cantidad que vemos en nuestra región, muchas aún en muy buen estado de conservación, el nuevo auto del pueblo, es una Honda CR-V usada. Y bien usada.
5 Comentarios
Excelente nota mi estimado Sergio, yo me declaro fan de esa camioneta. De agencia compre una 2012 después compre una seminueva 2015. La seminueva aún está conmigo y con sus casi 120000 km no le pide nada a ninguna nueva de cualquier otra marca. Lo que si lamento es que la nueva está carísima y creo que no vale lo que cuesta y la verdad ya no está al alcance de cualquier persona. Por eso creo que esperaré otra seminueva.
Saludos…,,,
Pero al mismo tiempo se encareció y dejó de ser asequible para muchos que buscamos una SUV usada, claro una de 5 años maximo de uso. Gran camioneta, creo que ahora con 2 niños pequeños se volverá una opcion para mis necesidades. Saludos Master.
Actualmente tengo una crv 2011 ,3ra generación y mecánicamente muy guerrera para el uso diario en la ciudad.
En el año 2014, adquirí una CR-V nueva y la conservé por 5 años, sin falla alguna y siempre con excelente desempeño.
En el año 2009, compré un Accord y también lo conservé por 5 años, 0 problemas, excelente auto.
Actualmente, disfruto, gracias a Dios, de una Pilot 2024, por el momento sin queja e igual, excelente desempeño, espero que con el tiempo no me haga quedar mal.
Honda, altamente recomendable.
Saludos Sr. Oliveira y espléndida columna.
Hace años tuve un civic 98, tiraba aceite por un golpe en la tapa de punterías y jamás en 5 años me dejó. Después una CR-V 2001 creo, buenísima era usada y se sentía nueva me duró años y la vendí muy bien y en perfecto estado. Tuve un civic 2006 me duró años y jamás me dejó en ningún lado. Ahora tengo un civic coupé 2017 con 180,000 km y anda como nuevo y una Pilot 2017 con 115 km buenísima en carretera. Honda es una excelente marca.