Sergio Oliveira
En junio de 2020, la industria automotriz global estaba detenida debido a la pandemia del Covid 19. Ante al pánico generalizado, cancelaron pedidos a proveedores y el principal error fueron los cancelados a los fabricantes de microprocesadores, que inmediatamente encontraron en la industria electrónica un cliente mejor, mayor, más sofisticado y más ávido. Cuando el mundo volvió a abrir las calles para que la gente regresara a trabajar, muchos que nunca habían considerado tener un auto, ahora los querían para evitar el riesgo de contagio en el transporte público. Y la industria automotriz sufrió por al menos cuatro años. Los coches, nos apasionen o no, son necesarios en muchos casos. Y los que piensan que la generación Z no los quieren, están en un error.
Es cierto que para la industria automotriz, la generación más apasionada por los autos son los Baby Boomers, nacidos entre 1946 y 1964. Llegaron al mundo justo después de la Segunda Guerra Mundial y cuando alcanzaron la edad de conducir encontraron a vehículos como el Ford Mustang, el Chevrolet Corvette, el Mercedes-Benz SL —para los más afortunados, por supuesto— o el Nissan Skyline, en Asia. Pero esto no significa que las generaciones posteriores no tengan un nivel de cariño también fuerte hacia los coches. Parte de la diferencia entre los boomers, los X y los Millennials, se debe a que los autos han evolucionado y cada vez exigen menos cuidado con el mantenimiento. Antes era rutina el cambio de bujías, aceites y filtros en un intervalo mucho menor que el de hoy y entre amigos se juntaban los fines de semana para hacerlo en conjunto, aprovechando para dejarlos impecables para el sábado en la noche.
Otro de los temas que ha alejado a los más jóvenes de los autos es su precio. Comprar un auto nuevo antes de la pandemia ya era difícil, principalmente para aquellos que apenas iban comenzando su etapa laboral, después del acontecimiento que cambió el planeta en esta década quedó mucho más complicado, con autos más costosos y en ocasiones difíciles de conseguir, como aún sucede en México con los Toyota, por ejemplo.
Ecología y otras opciones
Otro punto es que algunos comenzaron a ver a los autos como los grandes villanos de la contaminación y empezaron a buscar alternativas. Los híbridos, con Toyota como mayor impulsor de esa tecnología, fueron los primeros. Luego vinieron Tesla y los eléctricos y hoy están los chinos, con BYD al frente pero ya siendo amenazada por varios otros paisanos suyos.
Otras alternativas de transporte, como los llamados taxis ejecutivos y el cambio de prioridades, como viajar en lugar de comprar casa o automóvil , también frenaron, en teoría, el apetito de los jóvenes. Pero hay cosas que demuestran lo opuesto.
Los organizadores del SEMA, probablemente la feria de autos modificados más conocida del mundo, hicieron un estudio con jóvenes de edades entre 16 y 24 años y vieron que incluso los de 16 y 17 años, que aún no tienen edad legal para manejar sin supervisión de un adulto, quieren ya modificar sus autos y hacerlos verse y sentirse a su manera, mostrando su individualidad. Esos jóvenes gastaron nada menos que 7.2 mil millones de dólares el año pasado en mejorar y poner accesorios a sus autos, en un mercado de 43 mil millones de dólares, lo que representa 16.7% del total. Ellos buscan que sus autos se vean mejor, se manejen mejor, los hagan sentirse más orgullosos y aprender más sobre los coches. Curiosamente, la encuesta muestra que estos 7.9 millones de jóvenes preferirían estar una semana sin sus celulares que sin sus autos. En otros estudios, el celular es visto como uno de los motivos por la pérdida de amor por los coches. Ajá.
En Europa, el observatorio Cetelem muestra que la mitad de los jóvenes de menos de 20 años ya tiene un auto, especialmente los que viven en ciudades con menos de 20 mil habitantes. 38% de estos buscan su licencia de conducir a los 18% de edad y 27% esperan para hacerlo al cumplir 19.
Igual que en Estados Unidos, México, Europa o Japón, el precio es factor determinante para que los jóvenes no compren tantos autos, pero el amor por ellos, el sentido de libertad que deja y las posibilidades de interacción social que genera, siguen vigentes. Para ellos el futuro ideal sería que los eléctricos se volvieran asequibles, pero no crean cuando dicen que no les gustan los autos.
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